Cuando viene una tristeza viene un desanimo, y nos podemos desanimar por muchas cosas como por cuestiones económicas, una enfermedad, problemas familiares, una traición, pero en especial nos desanima el pecado, pues cuando pecamos nos llenamos de desanimo y este nos va enfermando, pues con el desanimo se segregan sustancias bioquímicas que van afectando nuestro cuerpo nuestra mente y nuestro espíritu. Vivir en un estado de desanimo es ver todos los problemas más grandes que nuestras potencialidades y capacidades.
Vive ilusionado y consuela tu corazón, y aparta lejos de ti la tristeza, porque la tristeza fue la perdición de muchos y no se saca de ella ningún provecho. Eclo. 30,23-24.