Pero después llegó lo que ella llama un momento de gracia, justamente antes que se sacaran las últimas fotos: de repente tuvo una visión de ella misma, mirando a Dios cara a cara después de la muerte, y no teniendo nada para mostrar de su vida.
“Yo sabía que en la forma en que estaba viviendo, no estaba siendo auténtica con mi fe”, recordó ella. Se fue a su casa de Nueva York, llamó a su padre y le dijo: “Si no vienes a buscarme, voy a perder mi alma”. El manejó desde St. Louis para recogerla.
Eso fue suficiente para impulsarla por un nuevo camino. Ahora la joven mujer, alguna vez concursante en la popular serie “America’s Next Top Model”, ha abandonado una glamorosa carrera para dedicarse a un trabajo de tiempo completo en el que transmite a las niñas su visión respecto al valor de la virtud quizás menos valorada de todas: la castidad.
“Aunque no todo el modelaje es malo, mucho de él es deshumanizante. La dignidad de la persona tiene pequeña importancia”, explicó ella. “Sólo eres un cuerpo. También es muy importante a qué fiestas vas y con quien estás. Mucha gente está triste en la industria, aunque lo disimulan. Se supone que sólo haz de hacer tu trabajo, ser una profesional”.
Ella dice que la modestia no es sólo una cuestión del vestir, sino también de discreción en aquellas cosas como el discurso y las emociones.
Dijo que “la modestia es más que simplemente la longitud de una falda”. “Tiene que ver con nuestras conversaciones, sobre cómo tratamos a la gente y sobre cómo amamos a los otros”.
“La modestia protege nuestra pureza y el misterio de una persona. En nuestra sociedad, tiene mala fama, pero en realidad es bastante atractiva”.