Retiro espiritual «Cuaresma de Conversión, por fray Nelson Medina para la comunidad hispana de la Parroquia de St. Patrick, en Miami Beach, febrero de 2013.
1. El Naufragio
- El reconocimiento de la realidad del pecado es liberador: es como saber, por fin, qué ha disminuido nuestra vida, y la ha empobrecido. El pecado es el diagnóstico número uno, en la vida del Espíritu.
- Heridas y condicionamientos son circunstancias exteriores que nos limitan. A menudo son fruto del pecado de otros.
- No somos impermeables a tantas influencias pero tampoco somos su fruto automático. El descubrimiento de nuestra verdadera libertad pasa por el descubrimiento del margen de acción real que hemos tenido.
- El daño más grande que tienen las circunstancias actuales, cargadas de materialismo y de individualismo, es que precipitan a millones en una soledad existencial en la que cada uno siente que no le interesa a nadie y que sólo cuenta consigo mismo.
- La consecuencia que esto trae es que muchos se ven como náufragos, y por eso se aferran a lo que pueden. Después racionalizan su moral de manera que coincida con aquello que les ha ayudado a soportar su naufragio, ya se trate de drogas, homosexualismo, adulterio o lo que sea.
- A medida que la gente reconoce esas limitaciones externas y ve su propio naufragio, y ve sanadas sus heridas, empieza a reconstruir su capacidad de pensar y juzgar sobre lo que es justo y mejor.
2. Conciencia del Pecado y Conciencia de la Gracia
- En la sociedad del individualismo, cada quien se considera emperador de su diminuto imperio. Se ha realizado el triste presagio del Génesis: hemos comido del árbol de la ciencia del bien y del mal y creemos que cada quien puede decidir por sí y ante sí qué quiere y cómo lo quiere.
- Es verdad que la convivencia con otros se regula mediante leyes pero, en el juego de la democracia, las leyes son cambiables, usando los recursos de la ingeniería social. Un poco de publicidad, un «lobby» que se haga bien visible, algo de manipulación mediática y ya estará lista la gente para aprobar lo que se les diga que aprueben.
- Ante las circunstancias adversas que uno haya tenido, uno puede seguir uno de tres caminos: (1) Prolongarlas y pasarlas a otros más débiles, que es el origen de las «cadenas intergeneracionales»; (2) Irse al extremo contrario, como quien rebota de una banda la contraria en el billar; (3) Renunciar a sí mismo y buscar sólo lo que es correcto y mejor para los demás.
- Por supuesto, es la tercera opción la mejor, pero ello requiere un esfuerzo y renuncia que descompensa interiormente. Por eso creemos que sin el auxilio divino, llamado «gracia,» un cambio así no es posible.
3. Sanados y Liberados
- Si tantos experimentan su existencia como un naufragio en el que cada quien se aferra a lo que puede, ¿sobre qué base construir la esperanza? Evidentemente, el naufragio colectivo de la sociedad empuja a apegarse a las alegrías pasajeras o los vicios que engendren satisfacción suficiente para pasar un día más.
- Nuestra esperanza no es ilusión, deseo o fantasía. Nuestra base es el actuar de Jesucristo. Él es la fuente de la esperanza porque aquel que hace distinto el presente nos permite ver el futuro de otro modo.
- La sanación es una de las acciones más características de Cristo. Ser sanado no es simplemente gozar de un alivio en el presente, sino también sentirse mucho más fuerte y consistente para enfrentar el futuro. Por lo mismo, es grave necedad no presentar a Dios nuestras heridas para ser sanados.
- La liberación es otra acción muy propia del Señor Jesús. No para obsesionarse con el actuar del demonio pero sí para tomar en serio lo que dice Efesios 6: «Nuestra lucha no es contra la carne y la sangre, sino contra el espíritu que tiene su imperio en los aires.»
- Si uno no reconoce el poder del mal y del espíritu del mal fácilmente toma como últimos responsables de lo malo a seres humanos, olvidando un gran principio cristiano: el pecador es la primera víctima de su pecado. El daño mayor lo tiene el verdugo que crucifica y no el inocente crucificado. Este principio sólo lo entiende bien quien comprende la naturaleza del pecado.
4. Perdonados e Instruidos por Jesus
- En todo hay amenazas y oportunidades, y ver ambas es necesario. Así es nuestra fe: nos hace realistas pero a la vez, esperanzados.
- Vete y no peques más,» dice Jesús a la mujer adúltera en Juan 8. El hecho de no recibir condena sino perdón abre una vida nueva en la que ya no debe reinar el pecado.
- Lo mismo encontramos en la escena del hijo pródigo, en Lucas 15. El pecador arrepentido es restablecido en su dignidad de hijo, como lo indica el anillo de familia que recibe, pero además, se le da un vestido nuevo, señal de una etapa y vida nueva.
- El concepto cristiano de perdón hay que relacionarlo con el concepto judío de la justificación. En el mundo semita ser «justificado» es «ser hecho justo,» es decir, poder ajustarse de nuevo al único que es Justo, Dios mismo.
- Lo más importante no es la supresión del castigo sino el restablecimiento de la relación de cercanía y de una comunicación fluida y sin trabas. Perdonados, tenemos acceso a la riqueza, sabiduría y bondad de aquel que nos ama. ¿Cómo no sentir el fuego nuevo de la esperanza? Por eso el camino hacia Dios pasa por el arrepentimiento y el perdón.
- Una última acción de Cristo que debemos destacar es su manera de enseñar. Destacamos tres puntos:
(1) «Amaos los unos a los otros como yo os he amado.» El amor es la clave de la vida, pero no cualquier amor: «Recibe de mi amor para amar,» dice Jesús.
(2) «Si amáis a los que os aman, ¿qué mérito tenéis?» El amor cristiano no es una transacción ni una inversión ni un pago. Todos en algún momento necesitaremos esa clase de amor, según una conocida frase: «Ámame cuando menos la merezca porque es cuando más lo necesito.» La lógica de la transacción está como escrito en nuestro ADN pero el cristianismo está más allá de nuestro ADN: no es naturaleza sino sobre-naturaleza.
(3) «Sin mí nada podéis hacer.» La frase parece exagerada: hay tanto, aparentemente, que parece puede hacerse. Quizás hay que entenderla así: «Sin mí puedes hacer muchas cosas pero todas serán destruidas.»
- Pon tu fundamento en Jesucristo, sin condiciones, y encontrarás una fuente inagotable de esperanza. Déjate marcar por la obediencia a Jesús.
Debe estar conectado para enviar un comentario.