Con sus profecías desafió la política de los reyes de Judea, Joaquim y Sedecías y anunció el castigo de Yahvéh por la violencia y corrupción social, que rompían la alianza con Dios: Hablan de paz, pero no hay paz, escribió.
Según Jeremías 36:23 la primera versión de su libro fue destruida por el rey Joaquim, bajo cuyo gobierno el profeta vivió en continuo peligro de muerte. La persecución contra Jeremías se acrecentó bajo el mandato de Sedecías, que lo trató con crueldad y lo acusó de ser espía de los babilonios, por anunciar que Judea sería destruida si no se arrepentía de sus pecados y cambiaba para volver a la alianza con Yahvéh. Jeremías llegó a lamentarse por su destino, pero finalmente decidió continuar su misión profética Jeremias 20:7-11
Jeremías llamó a liberar a los esclavos como muestra de conversión. En principio su llamamiento fue acatado, pero luego los amos volvieron a esclavizar a quienes habían liberado, con lo cual el profeta consideró sellada la suerte de reino de Judea, de Sedecías y de Jerusalén (ver Jeremías 34:8-22). El anuncio de la derrota de Judea fue acompañado sin embargo, por la profecía sobre la futura ruina de Babilonia, la Nueva Alianza Jeremías 31:31 y la restauración.
En el año 587 Nabucodonosor II derrotó a los judíos, llevó cautivos a los notables, esclavizó a miles de personas, ejecutó al rey y destruyó el Templo de Jerusalén. Únicamente los pobres fueron respetados y Jeremías se retiró a Mizpah y luego a Egipto, donde según la tradición murió aserrado.