Descarga este hermoso y revelador libro donde San Luís María Grignion de Montfort nos habla de el origen del rosario, de los milagros logrados, y de la correcta devoción.
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Veamos un fragmento:
21a Rosa: Los Misterios del Santo Rosario
Misterio significa realidad sagrada y difícil de comprender. Las obras de Jesucristo son todas sagradas y divinas, porque Él es Dios y hombre al mismo tiempo. Las de la Virgen María son santísimas, por ser Ella la más perfecta de las criaturas. Con razón se da el nombre de misterios a las obras de Jesucristo y de su Santísima Madre. Están, en efecto, colmadas de maravillas, perfecciones e instrucciones profundas y sublimes que el Espíritu Santo revela a los humildes y sencillos que los honran. Las obras de Jesús y de María pueden también llamarse flores admirables. Flores cuyo perfume y hermosura sólo conocen quienes se acercan a ellas, aspiran su fragancia y abren su corola, mediante una atenta y seria meditación. 61) Santo Domingo distribuyó las vidas de Jesucristo y de la Santísima Virgen en quince misterios, que nos representan sus virtudes y principales acciones. Son quince cuadros, cuyas escenas deben servirnos de normas y ejemplo para orientar nuestra vida. Quince antorchas que guían nuestros pasos en este mundo. Quince espejos luminosos que nos permiten conocer a Jesús y María, conocernos a nosotros mismos y encender el fuego de su amor en nuestros corazones. Quince hogueras en cuyas llamas podemos incendiarnos totalmente.
La Santísima Virgen enseñó a Santo Domingo este excelente método de orar y le ordenó predicarlo para despertar la piedad de los cristianos y hacer revivir el amor de Jesucristo en sus corazones. Lo enseñó también al Beato Alano de la Rupe: «El rezo de ciento cincuenta Avemarías es una oración muy útil, es un obsequio que me agrada mucho. Y lo es aún más y harán mucho mejor quienes las reciten meditando la Vida, Pasión y Gloria de Jesucristo. Porque esta meditación es el alma de tales oraciones».
En efecto, el Rosario sin la meditación de los sagrados misterios de nuestra salvación sería como un cuerpo sin alma, una excelente materia sin su forma que es la meditación, la cual distingue al Rosario de las demás devociones. 62) La primera parte del Rosario contiene cinco misterios: 1º El de la Anunciación del Arcángel Gabriel a la Santísima Virgen. 2ºEl de la Visitación de la Santísima Virgen a Santa Isabel. 3º El del Nacimiento de Jesucristo. 4º El de la Presentación de Jesús en el Templo y Purificación de la Santísima Virgen. 5º El del Hallazgo de Jesús en el Templo entre los doctores. Y se llaman misterios gozosos a causa de la alegría que proporcionaron a todo el universo. En efecto: La Santísima Virgen y los Ángeles quedaron inundados de gozo en el dichoso momento de la Encarnación. Santa Isabel y su hijo se colmaron de alegría con la visita de Jesús y de María. El Cielo y la tierra se alegraron con el nacimiento del Salvador. Simeón quedó consolado y lleno de alegría al recibir a Jesús en sus brazos. Los doctores estaban embelesados al oír las respuestas de Jesús. Y, ¿quién podrá expresar el gozo de María y José al encontrar a Jesús después de tres días de ausencia? La segunda parte del Rosario se compone también de cinco misterios, llamados misterios dolorosos porque nos presentan a Jesucristo abrumado por la tristeza, cubierto de llagas, cargado de oprobios, dolores y tormentos. 1º El de la oración de Jesús y su Agonía en el Huerto de los Olivos. 2º El de su Flagelación. 3º El de su Coronación de espinas. 4º El de la Cruz a cuestas. 5º El de la Crucifixión y muerte en el Calvario. La tercera parte del Rosario contiene otros cinco misterios, llamados gloriosos porque en ellos contemplamos a Jesús y María en el triunfo y en la gloria.
1º El de la Resurrección de Jesucristo. 2º El de su Ascensión. 3º El de la Venida del Espíritu Santo sobre los Apóstoles. 4º El de la gloriosa Asunción de la Virgen María. 5º El de su Coronación. Éstas son las quince flores olorosas del rosal místico, en las cuales se posan, como abejas diligentes, las almas piadosas para recoger el néctar maravilloso, y producir la miel de una sólida devoción.
22ª Rosa: La meditación de los Misterios nos conforma a Jesucristo
La tarea principal del cristiano es caminar hacia la perfección. «Como hijos amadísimos de Dios, esfuércense por imitarlo» (Ef 5,1), nos dice el gran Apóstol. Es una obligación contenida en el decreto eterno de nuestra predestinación. Y constituye el único medio, ordenado para llegar a la gloria eterna. San Gregorio de Nisa dice con gracia que somos como pintores: nuestra alma es el lienzo sobre el cual debemos aplicar el pincel: las virtudes son los colores que deben hacer resaltar la belleza del original, que es Jesucristo, imagen viva y representación perfecta del Padre del Cielo. Un pintor para hacer un retrato al natural, pone el original ante sus ojos y a cada pincelada vuelve a mirarlo. Del mismo modo, el cristiano debe tener siempre ante los ojos la vida y virtudes de Jesucristo para hacer, decir y pensar solamente lo que sea conforme a ellas. Para ayudarnos en la obra importante de nuestra predestinación, la Santísima Virgen ordenó exponer a los fieles que rezan el Rosario los sagrados misterios de la vida de Jesucristo, no sólo para que adoren y glorifiquen al Señor, sino también, y sobre todo, para que regulen su vida y acciones por las virtudes de Jesús.
Ahora bien, así como los niños imitan a sus padres, viéndolos y conversando con ellos, y aprenden su lengua oyéndolos hablar, y como un aprendiz domina su arte al ver trabajar a su maestro, del mismo modo los fieles que rezan el Santo Rosario se hacen semejantes a su divino Maestro, con el auxilio de su gracia y por la intercesión de la Virgen María, al considerar atenta y devotamente las virtudes de Jesucristo en los quince misterios de su vida. Moisés ordenó al pueblo hebreo, de parte de Dios mismo, que no olvidara jamás los beneficios de que había sido objeto. El Hijo de Dios puede con mayor razón mandarnos que grabemos en nuestro corazón y tengamos incesantemente ante los ojos los misterios de su vida, pasión y gloria, ya que con ellos quiso favorecernos y mostrarnos el exceso de su amor para salvarnos. «Todos Ustedes, que pasan por el camino, miren y observen si hay dolor semejante al que me atormenta por amor suyo» (Lam 1,12). «Acuérdense de mi pobreza y vida errante, del ajenjo y amargor que sufrí por Uds. en mi Pasión» (Lam 3,19.). Estas palabras y muchas otras que se podrían recordar, nos convencen sobradamente de la obligación que tenemos de no contentarnos con rezar vocalmente el Rosario en honor de Jesucristo.
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