A la gran miseria del hombre corresponde la gran misericordia de Dios. Alguien ha dicho que quien no conoce la misericordia de Dios, no conoce a Dios. Es precisamente esa misericordia el último esfuerzo para salvar esta generación a la cual pertenecemos.
En 1931, Jesucristo Nuestro Señor se aparece a una monja polaca, Sor María Faustina Kowalska, un alma místico que conversaba diariamente con Cristo. A lo largo de su vida tuvo varias visiones de Nuestro Señor, en una ocasión le dice: «Mi más querida secretaria, escribe que yo quiero derramar mi vida divina en las almas humanas, si sólo ellas desearan aceptar mi gracia.»
Este video grabado en Polonia, la tierra natal de Sor Faustina, nos sumerge en el mar de la infinita misericordia de Dios que brota de su corazón, para así conocerlo, amarlo y servirlo. De visita en el convento de Cracovia donde vivió la Misionera de la Misericordia, el Padre Juan Rivas hace una hermosa reflexión sobre el oficio de Cristo que es consolar a los tristes, alentar a los desanimados, fortalecer la fe de los que dudan y volver al carril a los que se habían desviado.