Mi cárcel, mi verdadera cárcel es mi cabeza, yo estaba encerrado en mis miedos, en mis temores, en mi ira, estaba envuelto en todo eso que no sabía cómo sacarlo, pero me atrevía sacarlo y me empecé a liberar, siempre buscando la ayuda de Dios Padre todopoderoso y de mi Señor Jesucristo que fue el único que me pudo ayudar a salir del infierno que yo mismo me había creado, que yo mismo me había provocado, solo Dios Padre, Solo Jesucristo nos puede ayudar a salir de ese infierno, la ciencia nos puede ayudar, los sicólogos, lo médicos, se vale, pero si no está Dios de por medio a lo mejor la sobriedad es muy precaria.