Perdón, perdón, perdón por mi vanidad, por mi orgullo, por mi lujuria perdón. Inmediatamente sentí como que algo me bañaba y me escurría por todo el cuerpo y me aliviaba todo ese peso que cargaba encima y me vi llena totalmente de sangre, entonces vi de donde caía la sangre y vi al Señor en una cruz. Yo pensé que me iba a mirar terriblemente enojado, me daba miedo mirarlo, pero cuando me quede mirándolo jamás vi tanto amor. Nunca oí su voz, pero siempre sentí que me decía “Estoy aquí por ti, porque te amo, porque eres la niña de mis ojos, porque si tengo que morir mil veces mas para salvarte, mil veces más lo vuelvo a hacer”…