* Cuatro características suelen pedirse de una buena dieta: que sea completa, balanceada, nutritiva y deliciosa. Ello podemos aplicarlo a los valores morales y espirituales que queremos transmitir a las nuevas generaciones.
* Pero lo primero para que la dieta haga bien es que haya buenos canales de comunicación. A este respecto ayuda mucho tomar iniciativa, de modo que lo que esperaríamos de los niños o jóvenes lo ofrezcamos nosotros, es decir, que halemos de nuestros sueños, dificultades, proyectos, temores.
* En cuanto a la «dieta para el espíritu,» queremos enfatizar esta vez la necesidad de que sea balanceada, lo cual a menudo implica que valores aparentemente contrarios se sepan complementar. Los balances que nos interesan en esta reflexión son:
(1) Firmeza en las convicciones y tolerancia para comprender el punto de vista de otros.
(2) Un acervo de tradiciones y «rituales» que ayuden a fortalecer el organismo emocional de los hijos, y a la vez, apertura a la novedad y a los avances en distintos campos de la cultura y la ciencia.
(3) Por un lado, primacía del estímulo o refuerzo positivo, a través de la presencia real junto a ellos, la expresividad física apropiada y el uso del lenguaje que confirma y elogia; por otro lado, uso del castigo pedagógico, cuando es necesario como escuela de una realidad de la vida: cada quien debe sufrir las consecuencias de sus actos.
(4) Balance, finalmente, entre las tres principales potencias del alma, según análisis de San Agustín, a saber: memoria, entendimiento y voluntad.