«Amar significa viajar, correr con el corazón hacia el objeto amado (…) Amar a Dios es, por tanto, viajar con el corazón hacia Dios. Un viaje bellísimo (…) El amor a Dios es también viaje misterioso, es decir, uno no lo emprende si Dios no toma la iniciativa primero (…) Ésto quiere decir, amar a Dios no poco sino muchísimo; no detenerse en el punto a que se ha llegado sino, con su ayuda, avanzar en el amor «. (Homilía de la audiencia general del 27/9/78).
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