Miembros del grupo de laicos Semper Gaudens (siempre alegres) nos hablan de la Sucesión Apostólica:
«Nosotros somo una Iglesia Apostólica porque podemos afirmar que los apóstoles siguen intruyendo a la iglesia de Cristo a travez de sus auténticos sucesores (los Obispos)»
La sucesión apostólica
“Allí donde aparezca el obispo, allí debe estar el pueblo; así como donde está Jesucristo está la Iglesia Católica” (Ignacio de Antioquía, Ad Smyrn, 8.2). Esta frase nos la dejó Ignacio de Antioquía en una carta escrita a la Iglesia de Esmirna mientras iba camino al martirio en Roma… el año: finales del 106 o comienzos del 107dC…
«Para que continuase después de su muerte la misión a ellos confiada, [los Apóstoles] encargaron mediante una especie de testamento a sus colaboradores más inmediatos que terminaran y consolidaran la obra que ellos empezaron. Les encomendaron que cuidaran de todo el rebaño en el que el Espíritu Santo les había puesto para ser los pastores de la Iglesia de Dios. Nombraron, por tanto, de esta manera a algunos varones y luego dispusieron que, después de su muerte, otros hombres probados les sucedieran en el ministerio» (LG 20; cf. San Clemente Romano, Epistula ad Corinthios, 42, 4).
«Así como permanece el ministerio confiado personalmente por el Señor a Pedro, ministerio que debía ser transmitido a sus sucesores, de la misma manera permanece el ministerio de los Apóstoles de apacentar la Iglesia, que debe ser ejercido perennemente por el orden sagrado de los obispos». Por eso, la Iglesia enseña que «por institución divina los obispos han sucedido a los apóstoles como pastores de la Iglesia. El que los escucha, escucha a Cristo; el que, en cambio, los desprecia, desprecia a Cristo y al que lo envió» (LG 20).