Señor yo no sé lo que deba pedirte, solo tú sabes lo que nos hace falta. Nos amas más de lo que nosotros mismos pudiéramos amarnos. ¡Ay padre! da a esta desventurada criatura tuya lo que ella no sabe por si misma pedirte. Ante ti me presento, te abro mi corazón: ve las necesidades que tengo, pero tu señor procede con toda tu misericordia, todas tus voluntades adoro sin tratar de penetrarlas. Nada digo, me ofrezco, me sacrifico, me abandono a los designios que con relación a mi tengas formados. No habré de tener más deseos que cumplir con tu voluntad santa.
¡oh Jesús mío! enséñame a orar. Si has tenido a bien dejarme vivir; no permitas que esté más lejos de tu servicio. Santo, Santo, Santo es el Señor Dios de los ejércitos, llenos están los cielos y la tierra de tu gloria, y en medio de tanta grandeza, escucharás mis peticiones, porque eres mi Dios, porque al llamarte Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo, pongo en ti toda mi confianza y mi fe y espero el cumplimiento de tu palabra.
Hoy he dicho Santo, Santo, Santo, pues la peste no emponzoñará mi aliento, la desnudez, la miseria, el hambre, no llegarán a mis puertas, el rayo no caerá sobre mi cabeza, el huracán, el temblor, la centella y el incendio me respetarán y mis enemigos temblarán en mi presencia pues verán en mi el auxilio divino.