Película: Vida por Vida
Biografía de San Maximiliano María Kolbe
Su infancia
Nació en enero de 1894, en Zduńska Wola, en esas fechas parte del Zarato de Polonia, reino sometido al Imperio ruso, y fue bautizado con el nombre de Rajmund (en castellano: Raimundo). Fue el segundo hijo de Julius Kolbe (de origen alemán) y Maria Dabrowska (de origen polaco). Tuvo cuatro hermanos: Francis, Joseph, Walenty (que vivió un año) y Andrew (que vivió hasta los cuatro años de edad). Sus padres se trasladaron a Pabianice (Polonia) por motivos laborales.
Sus obras
Un domingo en una homilía oyó decir al predicador que los Padres Franciscanos iban a abrir un seminario, en 1910 fue aceptado como fraile. Le cambiaron el nombre, de Raimundo a Maximiliano María.
En 1915 obtuvo en la Universidad de Roma el doctorado en filosofía y en 1919 el doctorado en teología. De su estancia en Roma quedó fuertemente impresionado por las manifestaciones públicas masónicas. En ellas se atacaba duramente a la Iglesia católica, al Papa y haciendo apología satánica.[1]
Ante el impacto que le causan estos hechos escribe:
«¿Es posible que nuestros enemigos trabajen tanto hasta prevalecer, y nosotros permanezcamos ociosos o al máximo rezando pero sin entrar en acción? ¿Acaso no tenemos armas más poderosas, la protección de la Inmaculada? La sin mancha, vencedora de todas las herejías, vencerá al enemigo que levanta la cerviz».
Así que dedicó su vida a la promoción de amar y venerar a la Virgen y en especial a su Inmaculado Corazón. En 1918 fue ordenado sacerdote, mas un año antes, fundó con otros seis hermanos franciscanos conventuales el Movimiento Milicia de la Inmaculada (M.I.).[2]
En 1927 fundó en Polonia a 40 km de Varsovia, la Ciudad de la Inmaculada (Niepokalanów), un lugar que alojaba una organización que tuvo mucho éxito y expansión como podemos observar en una descripción de la época:
Una extensa área libre para la construcción de una gran basílica de la Inmaculada. Un complejo editorial [que comprendía]: la redacción, la biblioteca, la tipoteca, el taller de los linotipistas, la cincografía con los laboratorios fotográficos, las tipografías […] y además las distintas secciones de la encuadernación, de los almacenes y de los envíos. El ala izquierda […] incluía, en diferentes edificios, la capilla, las dependencias de los religiosos, el postulantado, el noviciado, la dirección general, la enfermería y, a cierta distancia, la gran central eléctrica. Además, distribuidos por todas partes, los talleres de los herreros y de los mecánicos, los talleres de los carpinteros, de los zapateros, de los sastres, así como los depósitos de los albañiles y las grandes cocheras para el cuerpo de bomberos. Pero todavía no hemos terminado: además había un parque de maquinaria, una pequeña estación ferroviaria, con vía de empalme con la vía pública y estatal; incluso estaba previsto un aeródromo con cuatro aviones sin motor y un proyecto de estación de radiotransmisión. Por todas partes había gruesos troncos de árboles, depósitos de madera, tubos y toda clase de materiales de construcción.
Más tarde, como misionero en Japón, creó otra institución semejante. Fundó dos periódicos, El Caballero de la Inmaculada y El Pequeño Diario. Organizó una imprenta en la ciudad de la Inmaculada en Polonia, y después se trasladó al Japón, donde empezó a editar hasta ocho revistas católicas, la de mayor distribución fue El Caballero de la Inmaculada que pronto llegó a tener 15.000 ejemplares llegando en su mejor época a casi un millón de ejemplares.
Durante la Segunda guerra mundial, los nazis invadieron Polonia y bombardearon la Ciudad de la Inmaculada, llevándose prisionero al padre Maximiliano y a todos sus colaboradores. Él había fundado una radiodifusora y estaba dirigiendo la revista El Caballero de la Inmaculada. Todo se lo destruyó la guerra. Fue llevado al campo de exterminio de Auschwitz, donde se le adjudicó el número 16.670.
Sus últimos días
A fines de julio de 1941 se fugó un preso del campo de concentración de Auschwitz, y —según una norma intimidatoria de los nazis— por cada hombre fugado deberían morir diez. Por esta razón el comandante del campo de concentración Karl Fritsch condenó a diez prisioneros a muerte por hambre. Uno de los elegidos a sufrir esta pena fue el sargento polaco Franciszek Gajowniczek (de 40 años), quien en medio del silencio empezó a llorar: «Dios mío, tengo esposa e hijos. ¿Quién los va a cuidar?». Entonces Maximiliano Kolbe se ofreció para sustituir a ese hombre, diciendo: «Yo me ofrezco para sustituir a este hombre, soy sacerdote católico y polaco, y no estoy casado».
El oficial, aunque irritado, finalmente aceptó y el padre Kolbe fue puesto en ayuno obligado para que muriera. Los diez condenados fueron recluidos en una celda subterránea el 31 de julio de 1941.
Pero como —tras padecer tres semanas de hambre extrema— el 14 de agosto de 1941 aún sobrevivía junto a otros tres condenados y los oficiales a cargo del campo querían dar otro destino a la celda, Kolbe y sus tres compañeros de celda fueron asesinados administrándoles una inyección de fenol. Los cuerpos fueron incinerados en el crematorio del campo. El padre Kolbe tenía 47 años de edad al momento de su muerte. [3]
Incluso en prisión y también en la celda de hambre, celebró, mientras pudo, todos los días la Santa Misa, distribuyendo la Comunión a otros prisioneros: el pan dado a los prisioneros era ácimo y podía ser utilizado para la Eucaristía; guardianes que simpatizaban con él le hacían llegar el vino.
En agosto de 1945, en el final de la Segunda Guerra Mundial, la ciudad de Nagasaki, donde Kolbe tenía una de sus imprentas, fue destruida por la bomba atómica. Todos los trabajadores fallecieron más tarde, pero la imprenta quedó incólume.
El papa Pablo VI lo declaró beato en 1971; a la fiesta asistió Franciszek Gajowniczek (de 70 años), el hombre por el cual Kolbe había ofrendado su propia vida treinta años atrás. Once años después, Juan Pablo II canonizó a éste ante una multitud de polacos, el 10 de octubre de 1982. Posteriormente fue nombrado patrón de los radioaficionados a petición de los radioaficionados polacos.
Su legado
San Maximiliano Kolbe ha inspirado a muchos a vivir lo que algunos han llamado «la locura del amor». Hoy en día hay cientos de personas en la Operación Kolbe —una iniciativa ecuménica de relevo para los secuestrados en Colombia—, dispuestas a responder como este santo al llamado de Jesús en las sagradas Escrituras: «Nadie tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos» (Juan 15,13).