Biografía de Santa Teresita de Lisieux
Luis José Estanislao Martín y María Celia Guerin la noche del 2 al 3 de enero de 1873 tenían la alegría de recibir del Señor el noveno y último de sus hijos. Le bautizaron el día 4 con los nombres de María Francisca Teresa. Viven en Alencón Orne (Francia). Es nuestra Teresita. Es sensible, sumamente avispada. Aprende enseguida a rezar y a los dos años ya toma la «resolución de hacerse monja». A los tres años ya procura «no rehusar nada al buen Dios». El 28 de agosto de 1877 siente un profundo dolor por la muerte de su madre. Teresa escoge como «madrecita» a su hermana Paulina.
En noviembre de 1877 el Sr. Martín con sus cinco hijas -los otros hermanitos murieron muy pronto- se traslada a vivir a Les Buissonets (Lisieux). Sus hermanitas se llaman: María, Paulina, Leonia y Celina. El 25 de marzo de 1883 Teresa enferma gravemente, hasta el domingo 13 de mayo, en que la sonrisa de la Virgen la cura milagrosamente. El 8 de mayo, de 1884 su primera Comunión constituye una «fusión» con Jesús, al cual le pide «que le quite su libertad». La noche de Navidad de 1886, durante la Comunión en la Misa de Medianoche, Jesús realiza «en un instante» la «conversión total» que en diez años de esfuerzo no había podido conseguir.
El 29 de mayo de 1887, fiesta de Pentecostés, su padre le da permiso para entrar en el Carmelo a sus quince años. Ya se sabe de memoria la Imitación de Cristo. El 4 de noviembre de aquel año, en compañía de su padre y de Celina, parte para Roma y el día 20 se postra ante el papa León XIII suplicándole su permiso para entrar en el Carmelo. El 9 de abril de 1888 ingresa en el Carmelo. No le faltan espinillas pero también muchas alegrías. El 8 de septiembre, Natividad de María de 1890, llena de gozo, emite sus votos religiosos. En enero de 1895 por orden de Madre Priora, Inés de Jesús, Teresa comienza a escribir la Historia de un alma. Desde junio de 1895 hasta su muerte fueron 27 meses de un terrible martirio. Llegará a decir al final de sus días Teresa «que nunca pensó que fuera capaz de sufrir tanto como sufrió». También tuvo durante este tiempo profundos y abundantes gozos espirituales.
A las «noches de las nadas» y a los dolores que le ocasionaban «los hermanos pecadores» se unía «el océano de gracias» y «los tiempos pascuales». La enfermedad continuaba minando su cuerpo. Del 6 de abril de 1897 al 30 de septiembre Madre Inés fue recogiendo su «Novissima Verba», sus últimas conversaciones, que son todo un tesoro. El 30 de septiembre, poco antes de morir «sin el menor consuelo», exclamó: «No me arrepiento de haberme abandonado al Amor; muy al contrario». A las siete de la tarde miró al Crucifijo: «¡Dios mío, os amo!’, y después de un éxtasis que duró el espacio de un credo, expiró.
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