Talleres de oración y vida
El combate (agonía, que eso es lo que significa) había sido entre lo que Yo quiero y lo que quieres Tu. Tomó Jesús a los tres confidentes y delante de ellos comenzó a sentir horror y angustia y les hizo esta terrible confesión «Siento tristeza de muerte» o «Me muero de tristeza». Se apartó de ellos y caído en tierra decía: «Papá querido todo es posible para ti, aparta de mí este cáliz, pero si no es posible, no se haga lo que yo quiero sino lo que quieras tu». Una noche oscura se había apoderado del alma de Jesús, le parecía que el Padre estaba lejos o simplemente no estaba. Como no había consolación divina, buscó consolación humana. Se levantó, se fue donde ellos estaban y los encontró dormidos. «Estén despiertos y oren» les advirtió.
Los dejó, regresó a la soledad y entrando en agonía oraba más angustiosamente repitiendo las mismas palabras «aparta de mí este cáliz, pero si no es posible que pase de mí este cáliz sin que yo lo beba, no se haga lo que yo quiero sino lo que quieras tu». La gran crisis estaba en su apogeo. En su terrible soledad, de nuevo buscó Jesús un poco de consolación volviendo a sus tres confidentes. Vana ilusión, seguían dormidos, nada les dijo, regresó al lugar de la agonía repitiendo «si no es posible que pase de mi este cáliz sin que yo lo beba, no se haga lo que yo quiero sino lo que quieras tu». Volviendo a repetir las mismas palabras: «hágase, hágase».
Se levantó por tercera vez y se fue de nuevo a donde ellos estaban, pero esta vez les dijo resueltamente, «Basta ya, llegó la hora. Levántense y vámonos» como si dijera «basta de vacilaciones, basta de reclamos, basta de lagrimas, basta de miedos, basta de angustias y protestas, basta de quejas y cobardías, llegó la hora, la hora de la resolución y de la entrega, levántense y vámonos» Y emprendió la peregrinación del dolor y amor hacia la muerte, y avanzó silenciosamente pero resueltamente, con la mirada fija en la voluntad del Padre, sin un gesto de amargura, vestido de serenidad y paz hasta el final.
Para todos ustedes llegó también la hora, la hora del «basta ya». Ya lloraron bastante, ya pasaron demasiadas noches sin dormir, ya echaron las culpas a medio mundo, ya reclamaron demasiado, ya dieron rienda suelta al rencor, a los impulsos de venganza, basta ya, basta de quejas, basta de llantos, basta de reproches, basta de echar las culpas a los demás, basta de reclamar contra Dios. Llegó la hora, la hora de callar, de silenciar la mente, reclinar la cabeza, extenderle un cheque en blanco y quedarse abandonados en sus manos en silencio y paz.
Continúa en el video…
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