Talleres de Oración y Vida del Padre Ignacio Larrañaga
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La fe no es sentir sino saber, no es evidencia, sino certeza, no es emoción sino convicción. Creer es entregarse, entregarse significa caminar incansablemente en pos del rostro del Señor. Creer es un siempre de nuevo partir, levantarse todas las mañanas y de nuevo ponerse en camino en busca del rostro del Señor. Peregrinos pues, caminantes, no turistas. Un turista sabe donde dormirá hoy, qué museos visitará mañana, qué ciudades recorrerá al día siguiente. Un peregrino no sabe nada, dónde dormirá hoy, qué comerá mañana, la fatiga, la incertidumbre, la inseguridad son las características de cualquier peregrino.
Sabemos que a la palabra Dios corresponde una sustancia y a las formulas de la fe un contenido, pero nunca mientras estemos en este mundo tendremos la evidencia sensible de poseer experimentalmente, vitalmente la sustancia que corresponde a la palabra Dios. Abraham había vivido 75 años en Ur de Caldea, tenía prestigio, propiedades, en fin una magnífica instalación vital, un día se le presentó el Señor diciendo, «Abraham, deja todo y ven conmigo a una tierra que ya te indicaré» y a sus 75 años Abraham se pone en camino detrás de Dios en dirección de un mundo incierto, sin saber a dónde lo llevaba. De parecida manera presentimos que alguien viene con nosotros pero no lo sentimos, lo presentimos como los ciegos tanteando, palpando, pero cara a cara, ya pueden despedirse, nunca nadie. Estamos de noche, en la noche de la fe.
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