Talleres de oración y vida del Padre Ignacio Larrañaga
Nosotros usaremos la palabra abandono, palabra muy equívoca, siempre que la pronunciamos surge en los oyentes una serie de desinteligencias. Para algunos abandonarse equivale a pasividad, resignación, fatalismo, cruzarse de brazos. Tenemos que decir desde el primer momento que no se trata de un abandono pasivo sino dinámico, no solo eso, la vivencia del abandono coloca a las personas a su máximo nivel de productividad, de eficacia y potencialidad, dicho esto así de entrada puede chocar, pero ya se puede comprender que si se trata de abandonar lo más negativo del corazón, el resultado será eminentemente positivo.
En todo acto de abandono existe un NO y un SÍ. Porque existe un NO, por eso hablamos de experiencia oblativa, porque hay un morir a los impulsos más destructivos del corazón. NO a lo que yo quería o hubiese querido. ¿Qué hubiese querido?
– Venganza contra ese tipo que me ofendió: NO a esa venganza.
– Resentimiento porque todo me sale mal en la vida: NO a ese resentimiento.
– Vergüenza por ser yo tan poca cosa: NO a esa vergüenza.
– Lástima que hubiese sucedido eso. Eso ya sucedió, es un hecho consumado, no podemos volver atrás: NO a esa lástima.
Y así en el abanico general de la vida vamos diciendo NO, vamos muriendo a todo brote agresivo y negativo del corazón. Ya pueden imaginar que el resultado será eminentemente positivo.
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Video
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