Creo que este Evangelio nos va como anillo al dedo, habla de lo que muchas veces nos pasa a nosotros y de lo que vive la iglesia y el mundo. ¿Cuántas veces como los discípulos estamos a puertas cerradas teniendo miedo, temores, dudas, confusiones? Esa es tantas veces nuestra realidad, porque vivir de fe no es sencillo, necesita renovarse continuamente ese encuentro con el resucitado, por eso la oración nos va conduciendo a las verdades más fundamentales de nuestra fe y al conducirnos a ellas nos va dejando esa convicción como un ancla segura en nuestra vida.