“Usted es un cobarde” me dijo el padre, “ya estuvo bueno, usted va a empezar a predicar”, pero yo le decía “Padre, es que yo no tengo facilidad de palabra”… El padre me decía “usted es un cobarde pero hoy Cristo lo va a liberar, así que a partir de hoy usted va a empezar a predicar”… Cuando me toco predicar, yo lloraba porque no podía hablar, los jóvenes me tenían caridad, era pura misericordia de ellos porque yo me trababa y yo veía que todos se movían, pero era por mis palabras que no fluían. Entonces fue como un año de estar predicando con aquella dificultad, que yo sentía que me moría de vergüenza…
Dijo Moisés a Yahveh: «¡Por favor, Señor! Yo no he sido nunca hombre de palabra fácil, ni aun después de haber hablado tú con tu siervo; sino que soy torpe de boca y de lengua.» Le respondió Yahveh: «¿Quién ha dado al hombre la boca? ¿? Quién hace al mudo y al sordo, al que ve y al ciego? ¿No soy yo, Yahveh? Así pues, vete, que yo estaré en tu boca y te enseñaré lo que debes decir.» Éxodo 4,10-12.
El testimonio comienza luego del minuto 8: