Estando solo en esa habitación, yo oigo nítidamente, claramente una voz, una voz firme, fuerte, convincente, una voz recia, una voz que impone y que dice una frase: “Sí tú supieras lo que tengo para ti” y más allá del concepto del significado de estas palabras fue la asimilación de lo que había detrás, una asimilación interior. Claro esto sucede todo muy rápido y lo primero que te sorprende es que tú te das cuenta enseguida de donde viene esa voz (de Dios), no hay duda, a pesar de que te planteas si no te estás volviendo loco…