«Y pienso en la gente que está triste, en los que viven con tensión porque los problemas son muy grandes en sus vidas…»
El Hospital de San Juan de Dios de Tanguieta (Benin), donde trabajo actualmente tiene capacidad para 230 enfermos, es decir tiene 230 camas pero alberga cada día más de 350 enfermos. ¿Dónde viven? ¿Donde duermen? ¿Dónde esperan?
Empiezo por deciros que todos son atendidos y todos se van a sus casas tan contentos de haber sido curados o por lo menos con un poco de esperanza.
En estos días navideños donde el corazón se hace más sensible a las necesidades de los demás, esta mañana me di un paseo por el del hospital y lo primero que me vino a la mente fue “Y no había sitio para ellos en la posada”. José y María insistieron, llamaron y encontraron un lugar para que Jesús naciera. Aquí también insisten, vienen una y otra vez, a la consulta, al laboratorio, de nuevo a la consulta donde esperan varias horas, vuelven a venir hasta que, alguno muy pillo, se hace pasar por grave para que le ingresen por Urgencias.
Aquí, sobre todo en la Pediatría que es lo que vivo a diario, los niños llegan generalmente varios a la vez y claro, nunca hay bastante sitio. Se les va cambiando de cuna, de habitación según van mejorando, al final encuentran un sitio en la terraza grande y con su número identificativo colgado al cuello de la madre reciben el tratamiento adecuado.
Cuando el enfermo llega al hospital no viene solo, generalmente le acompaña toda la familia hasta saber que se ocupan de él. Y esta familia ¿Dónde se hospeda? Ningún problema. Bajo las estrellas como los pastores de Belén pero como el mundo evolucionan ahora se colocan cada noche una mosquitera atada a los árboles y duermen felices al abrigo de los mosquitos. ¿Y donde comen? En la gran payote que hay con hogares destinada a los familiares se preparan la pasta y la salsa que les mantiene vivos hasta que salgan de aquí.
¿Por qué en este tiempo de Navidad os cuento esto? Porque en mi paseo de hoy he quedado admirada de las personas que he encontrado, que he saludado. Yo estaba sorprendida por no decir asustada de las condiciones en que permanecen así, esperando ocho, quince o más días. Y nadie se queja. Organizan su vida con paciencia, ríen, charlan, cantan, bailan y viven, sí, viven con esperanza, al ritmo que les va marcando la enfermedad más o menos grave de su ser querido. Si les pregunto que cómo le va, siempre me responden muy bien y a veces viendo el estado de su paciente solo me dan ganas de echarme a llorar, pero os aseguro que solo son ganas pues ellos comunican alegría y energía para el resto de la jornada y entonces pienso en el mundo “civilizado” y más en estos días, que aunque hablemos de “crisis”, se gasta tanto y se compran cosas que jamás utilizaremos ni necesitamos. Pienso en todas las decepciones de muchos porque no han recibido el regalo esperado.
Y pienso en la gente que está triste, en los que viven con tensión porque los problemas son muy grandes en sus vidas, en las personas que no tienen trabajo y en las que no encuentran sentido a su vida, en los que viven sólo pensando en pasarlo bien, pensando en ellos mismos y entonces comparo y me quedo con los que esperan bajo los árboles. De verdad. “Por la noche la pediatría no parece un hospital, parece un campamento de la alegría que hay”, me comentaba una francesa que está aquí con su marido dentista por un mes. Y añadía: “yo estaría llorando pero a ellos se les ve felices”. Y tiene razón
NAVIDAD… “Y no había sitio para ellos en la posada…”, pero sí podemos hacer un lugar acogedor para Jesús en nuestro corazón y si le abrimos de par en par, con Jesús, entraran los tristes, los enfermos, los que están solos, los niños… todos aquellos que buscan una persona que les haga sentirse bien. Entonces, sí, reiremos y cantaremos villancicos porque será una verdadera Navidad.
Os envío un fuerte abrazo con mis mejores deseos de Paz, Salud y Amor.
Feliz Navidad y Nuevo Año 2011 para todos
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